jueves, 25 de febrero de 2010

Secretos

Lo que más quise hoy fue abrazarte. Deseaba tanto que mis temblorosos brazos tuviesen el valor de rodear tu torso, y percibir el aroma de aquella fragancia que encuentro pacificadora. Sentí que mi sien izquierda escuchaba cada latido de tu corazón. No quería que esa cumbre instantánea se esfumara de un segundo a otro; cerraba mis ojos creando una barrera psicológica que me permitiera sólo un momento más. La cercanía era tanta que mis piernas temblaban al tiempo que nuestra proximidad incrementaba. Quizás fue notorio. Quizás pareció estúpido mi inocuo objetivo de seguir juntos. Quizás fue causa de burlas la incómoda posición en la que me encontraba esperando que no te apartaras de mí. Pero ¿qué más daba? Cuando parecía el momento de tu alejamiento permaneciste ahí, dándome el permiso de seguir disfrutando la protección que encontré en aquel esbelto cuerpo que se mantenía sereno, en mi último intento por expresarte que estaba ahí.
No observé tu rostro, de la misma forma que no apreciaste mi reacción al acercarme. No adivinaste el pensamiento que invadía todo espacio intelectual de mi alma. No sentiste cómo segundo a segundo mi corazón aceleraba. No percataste el esbozo de regocijo que reflejó mi sonrisa temerosa de ser descubierta. No vislumbraste que la mayoría de la gente sigue sin disfrutar de la calidez, ternura, cuidado y protección; pero sobre todo, de esa felicidad clímax que momentos como aquel dejan imborrables grabados en la piel.
Deseé encontrarte impredecible cuando en un fortuito instante decidieras rotar aquel tronco, para brindar un breve espacio en aquellos brazos que me transmitieran cariño y cuidado. Hablé a tu oído dulcemente, inocentemente. Ansié aproximarme cada vez más y regalarte un tierno beso en la mejilla, que demostrara de alguna forma aquello que he intentado callar. Tal vez eso habría sido la liberación del grito ahogado que he mantenido este tiempo en busca de ocultar aquellos ilusos sueños en los que estás conmigo, en los que me enamoras de forma inconcebible. Pero no hubo tal expresión de cariño. Mi cobarde espíritu se aferró al mediocre intento de mantenerte en mi vida de alguna forma, aunque ésta no encajara con el íntimo secreto de mi corazón.
- Cuídate. Nos vemos mañana – dices mientras besas mi mejilla
- Que te vaya bien. Nos vemos – es la respuesta que impide la revelación de mi secreto

lunes, 15 de febrero de 2010

Del estar ausente y con buenas intenciones...

En ocasiones es imposible estar en los momentos necesarios. Lamentablemente la rueda mágica que es la vida provoca muchas situaciones como ésta. Si las intenciones tuvieran efectos tangibles, este mundo alcanzaría el mayor de sus esplendores. Sin embargo, la realidad refleja que los actos son siempre el resultado de lo que vemos a diario. Precisamente esta es la razón de mi entrada: el hacer repercute más que el esperar, que el sentir, que el querer, que el pensar.
Dedicada para mi querido amigo Lego. Esperando lleve a cabo los actos, y lamentando no estar con él para llevar a cabo dicho plan, aunque animándolo a que realice en mi inútil presencia bien intencionada - o la ausencia con buenas intenciones - a realizarlo.



Desde una ciudad alejada aún me escribe. Frecuentamos mundos distintos y me emociona hablar con él sobre cualquier punto en común que compartan éstos. Lo más extraño, debo confesar, es la similitud de pensamientos que pueden tener aquellas dos cabezas, que pocas vivencias y entornos comparten en realidad. Sin embargo, la pasión por lo que soñamos alcanzar no es lo único que me gusta hacer en su compañía. Calidad de momentos ociosos hemos tenido al por mayor, y los instantes bohemios en presencia de la música idónea son elemento clave de cada ritual en aquel medio de transporte que podría contar tanto; ya sea la primera, segunda o tercera versión. Las risas siempre forman parte de su charla, brindando un espacio de tonterías, pero también de reflexiones, ya sea por el malestar de la sociedad actual, o los secretos escondidos de la metrópoli. Creo que sin esperarlo fue que entró a mi vida, pero al hacerlo no imaginé el impacto que causaría; sólo el tiempo me dejó ver que era un joven diferente, y eso era lo primordial para el lazo que poco a poco fuimos formando.
No estoy segura si en unos años las cosas sean de la misma forma. Me gustaría que fuera así, y que pudiera estar al tanto de su vida así como él de la mía del mismo modo que hacemos después de algunos años de conocernos. Esperaría que en el futuro lejano gozara de esos instantes a su lado que me dan la oportunidad de dejar por un momento – mínimo que parezca – mi mundo real. Disfrutaría cada charla, café, carta, comida, llamada, cigarrillo o espacio silencioso siempre, pues en cada uno de esos momentos es que logro reconocerlo más, y darme cuenta de que su presencia no se extinguirá.
A veces me entristece saberlo herido, desilusionado, pensativo o reservado; es en esas ocasiones cuando en realidad la distancia se vuelve un problema, pues no puedo estar dándole un abrazo, o diciéndole “todo va a estar bien” para tratar de sopesar sus males. Lo llamo y quiero hacer que su mundo cambie con sólo unas palabras, sin embargo éstas se vuelven inútiles cuando no estamos frente a frente para filosofar sobre la vida por largo rato.
Es éste último detalle el cual me tiene escribiendo aquí hoy día. Me gustaría decir que todo estará bien, que estoy contigo siempre; sin embargo, las palabras se disipan como lo hace la ventisca de media tarde en un día frío. Desearía estar allí contigo, y reafirmarte todas aquellas razones por las cuales disfrutamos del estar, del sentir, del vivir. Pero no estoy hoy ahí. Me encuentro a kilómetros de tu mundo, y me duele saber que tu estado anímico no es el mejor. Me encantaría darte un abrazo y tratar de hacerte reír con cualquier ocurrencia boba, pero no lo puedo hacer.
Ayer fue día de los enamorados, y es un día que normalmente no afectaría a alguien como tú, pero las circunstancias han propiciado que así sea. Mi comentario al respecto sería, que en compañía de una bebida tranquilizante y después de haberte dado una ducha de agua caliente, te recuestes en tu cama cobijado, y disfrutes de una obra de Benedetti: la tregua. Recomiendo esto por ser mi novela favorita, y por el hecho de que la próxima vez sea algo más a la lista de pendientes por hablar. Una cosa más: después de hacer esto, tómate un día libre y ve a una de esas librerías que tanto nos gusta frecuentar. Toma uno o dos ejemplares que te llamen la atención, y a tu vuelta comparte el análisis que realizaste de dichos textos, que espero recibir específicamente con motivos de investigación. No lo dudes. Siempre hay algo nuevo que descubrir. Cuando salgas date el tiempo de observar cada detalle de aquellas calles, con precaución claro está, y disfruta el paisaje que esa y sólo esa magnífica ciudad te permiten. En mi honor, dirígete a contemplar esa bella pieza arquitectónica que tanto deseo conocer, y al finalizar, comparte con un buen amigo tuyo que disfrute el arte algún acto de esta índole, llámese concierto, exposición o puesta en escena. Todo está permitido. Todo ello, con el propósito de que cuando te vea, mi ausencia temporal con buenas intenciones, haya tenido frutos.

jueves, 11 de febrero de 2010

Historias del libro de páginas amarillas

No la conocía. Prácticamente creía saberlo todo de ella, y cuánto le falto en realidad. No es completamente su culpa, el tiempo quizás tampoco ayudó mucho a ello. Sin embargo, es una pena. Una triste y deprimente sensación el hecho de que no hubo esa oportunidad, pues a escasos, mínimos instantes de dar un paso más, revertió el efecto. Cuesta trabajo asimilarlo, y dar por hecho que aquello que tanto temía fuese cosa certera, pero cuando reflexiona y da en el clavo, es más fácil salir de ese incierto contemplar. La recomendación sería evitar la soledad en ese momento, pues de antemano es cierto, que es mucho mejor con un buen amigo a lado. Un breve lapso de tiempo, un instante a su lado, y no se necesita nada más que un buen café, un tentador cigarro, un delicioso chocolate casero, una buena dona de azúcar, o qué sé yo… hasta un dietético yogur de fresa; todo ello es sólo complemento, lo importante es la presencia de un buen escucha, una inteligente y audaz mentalidad, un bohemio que disfrute de las mismas estrellas que observas desde tu ventana cada noche. Porque es él quien te va a escuchar, quien logrará descifrar cada una de las enigmáticas ideas que aturden tu pensamiento, quien intentará hacerte sonreír cuando estás a punto de llorar, quien con un recuerdo ridículo de su persona hará su lucha por borrar de tu mente toda esa maraña de depresivos males, aunque sea por un momento en que sueltes una carcajada como pocas veces lo haces y él crea cumplir el cometido del buen acompañante amistoso. Sin embargo, muchas otras veces no tendrá la más remota respuesta adecuada, dirá que él no te merece, que es inmaduro, arrogante, patán… cualquier adjetivo que se le ocurra en el momento para atacar a la persona que hirió los sentimientos de esa frágil niña que no se quita el disfraz de mujer de mundo. Porque la conoce, porque sabe que a pesar de que niegue y sea terca disfrutando la peculiar necedad de su persona, en el fondo es la más ingenua de todas, la más volátil, la más sensible… es sólo ella. Pero es la ella de toda la vida, la que disfruta el pasar de la vida en una tarde otoñal, la que cree que todo puede suceder, la que sueña cambiar al mundo en un santiamén y sonríe maravillosamente cuando confiesa ese secreto, la que viaja mentalmente a inimaginables mundos encontrando la pacífica y cálida sensación del amor… Es sólo ella quien a cada paso que da, en cada palabra que evoca, despierta innumerables pasiones a su alrededor. Es simplemente una tierna y hermosa joven que nadie puede merecer. No hay más que detallar. La dulzura de aquellas palabras basta para entender que quizás no te lo diga, pero no hace falta, porque sabes bien que tiene una concepción de tu persona como de nadie lo ha hecho. Así que entiéndelo, dale oportunidad de demostrarte todo ese cariño con sus frases molestas, con sus argumentos sin sentido, con esas miradas honestas, palabras torpes, regaños paternales, bromas pesadas, ademanes varoniles, golpecitos infantiles; con todo aquello que los hombres hacen con objeto de intentar hacerte ver que eres especial, aunque en ocasiones no logren tal propósito. Saborea cada momento así, porque el día de mañana que la vida los lleve en distintos destinos y tu mundo se vaya abajo por cualquiera que sea el problema que tienes en ese momento, quizás no logres llamarlo con el pensamiento y puedan hablar durante la noche entera de ocurrencias, líos y reflexiones. Quizás sea imposible mandarle un mensaje para que te escuche y te devuelva la llamada diez minutos después o llegue a tu casa con un seis de cerveza y una cajetilla de cigarros brindándote el tiempo que necesitas para desahogarte, o que el fin de semana de ese mismo día fatídico te robe un día completo en el que te lleve a ver una puesta en escena de las que tanto disfrutas, te sumerja en un mundo alterno en donde los helados y las horas de confesión en un silencioso y plácido jardín sean suficientes para sanar. Tal vez no hay una oportunidad más para que recibas cartas enormes de su parte, en donde te reafirme tus tantas cualidades, en donde te haga sentir protegida y mimada a pesar de la distancia. Podría no existir un mañana con él por muchas razones… por eso es que hoy que está aquí goza cada instante en su compañía, llora y deprímete, canta y sonríe… sé tú a su lado, sé tú con él, déjalo estar contigo y nada más, valorando cada uno de aquellos segundos a su lado… Para que el día de mañana, si por alguna u otra circunstancia no está, rememores al menos uno de todos aquellos recuerdos de esa sincera y perfecta amistad que te llenó de vida, que logró marcar el rumbo de tu destino, que dejó una huella imborrable en la historia de tu viejo libro de páginas amarillentas y así, logre al menos una vez más robarte una sonrisa en tiempos de zozobra de forma ausente.

lunes, 8 de febrero de 2010

Vacío fantasmal

¿Y qué si todo fuese irreal? ¿Y qué si aquello que tanto disfruto a tu lado mereciera el nombre de fantasía? He seguido todo esto sin siquiera intentar responder a estas interrogantes que inesperadamente bombardean mi pensamiento desde que amanece, hasta que recuerdo tu dulce voz antes de ir a dormir. Quisiera decir que me preocupa, que quiero saber qué es lo que ocurre, que merezco tener como sustento algún grado de verdad en el tono que utilizas para hablar de lo extraordinario que es estar conmigo. Y aunque así lo sea, es la incertidumbre el sostén que me detiene en el camino del amor, puesto que el no conocer tus sentimientos completamente, me da la oportunidad de tener una ligera esperanza en que remotamente no dejas de pensar en mi, de que todos y cada uno de esos momentos contigo son la consecuencia de disfrutar pasar la vida a mi lado, porque sólo eso basta para ti. El dulce sabor del propio engaño provoca inimaginables acciones, en las que el placer discrimina al entorno, posando su interés en el único objetivo: tú.
- Eres especial – me dice al oído
Sus incompletas frases mi impiden observar el panorama. Es más cómodo acurrucarme en esos fuertes brazos y sentir su respiración sobre mi cuello. Me toma de las manos y se acerca a darme un beso. Recarga su rostro en el mío, mientras mi pensamiento se transporta a aquellos días en que no era yo la receptora de ese cariño y desvío mi mirada al recuerdo de ese fantasma, que no me deja descansar robándose ese halo de seguridad que lograba sopesar todos los males.


No recuerdo su nombre, pero basta con observarlo a los ojos, para entender que no es a mí a quien desea amar, sino al vacío que dejó la ausencia de aquella joven, que a su partida, se llevó también mi corazón.

sábado, 6 de febrero de 2010

Ausente manía...

Otra historia de amor que difiere de la realidad atrae mi atención por el tema central de la novela. Mientras llega el amanecer evoco aquellas proezas realizadas por los amantes en la narración de cierto escritor que encuentro simplemente indescriptible. En el curso de la narración, te presentas en medio de una frase del insaciable y venético amor que engalana dicha obra; y de pronto me pierdo en un mundo alterno donde estás a mi lado.
Llegas sin decir más, y te acercas a brindarme una muestra de afecto proveniente de aquellos brazos que conozco de memoria. Tu cara se refugia entonces entre mi hombro izquierdo y mi melena rizada. Acercas esos dulces labios a mi oído para extasiarme con un suave susurro el secreto que ambos compartimos. La tarde anuncia una mejoría del clima, y el cielo de colores vivos en tonos azulados y rosáceos brinda la armonía perfecta para ese ansiado acuerdo del pasar de la vida. Sonríes mientras buscas la frase exacta que estoy leyendo y me divierto mientras llevas a cabo tu hazaña. Alguna vez te dije que adoraba las novelas románticas, y ésta sin ser la excepción, es una de las máximas historias secretas que narran la mágica hermosura de un desenfrenado amor entre dos personas completamente distintas. Tu dedo señala una frase que apunta a la loable descripción de la mujer, y acto seguido me regalas un beso en la mejilla. Tomó tu mano con la mía, y niego con objeto de indicarte la oración que he terminado de leer. Ésta señala el comportamiento del ser humano en el conocimiento del otro, creando esperanza en que poco tiempo basta para ello.
- Es lo que ocurre con nosotros, no hace falta tanto tiempo…
Cierro los ojos y pierdo por un instante aquel rostro lleno de ternura y bondad, pero en su lugar encuentro la unión de nuestros labios que despiertan sensaciones antes desconocidas en mi ser. Paz, plenitud, felicidad… Termina con una sonrisa de mi parte, y un te quiero de esos labios que tanto extraño a tu partida. Una tenue pero vehemente ventisca ocasiona mi afán por no querer dejarte ir. Me levanto de la plácida terraza en la que disfrutaba de mi lectura en compañía de un té exótico y el infaltable cigarrillo que completa el paquete de goce literario, dejando éste último en el cenicero de la mesa. Sin pensarlo más, me abalanzo en ese joven que inunda mis pensamientos, y mis brazos rodean el cuello de su chaqueta negra. Sus brazos rodean mi cintura mientras su mirada derrite cada parte de mi cuerpo. Mis rodillas aún tiemblan un poco, sin embargo él me sostiene con la fuerza necesaria para sopesarlo. Verme reflejada en esos bellos ojos color marrón disipa todo lo que existe a nuestro alrededor. Aquella caricia en afán de contener mi cabello tras la oreja se prolonga indefinidamente. Sonríes. La vida podría seguir sin más, puesto que esta cumbre instantánea en la felicidad supera mis expectativas creando el destello temporal idóneo en mi presente. La locura del amor se ha presentado en el guión de nuestra historia.
- Adoro todo de ti – me dices impulsiva y tiernamente
- Yo te adoro a ti – respondo en forma dulce a cambio
Despierto de pronto de aquella agridulce fantasía, causando cierto pesar y conmoción en mi persona, a tiempo de que el vacío de tu compañía acribilla mi frontera cerebral en la que tan ininteligibles pensamientos dan paso a la creación de otros varios más en el ciclo vicioso de la ausencia y de ti. Entonces el principal miedo que se presenta como resultado de aquel coctel ideático se enfatiza en esa lucha desenfrenada por no perderte, cuando ni siquiera he logrado de forma relativa tenerte sólo para mi.

viernes, 5 de febrero de 2010

Innecesaria estancia

Hablaban observando hacia el balcón. La lluvia caía cada vez más esporádicamente, transformándose en una ligera brisa que apenas y podía apreciarse desde la cama. Ella tenía un cigarro que se consumía poco a poco, su mirada estaba pérdida en aquello que parecía observar a través del sutil goteo que aún existía. Había anochecido ya. Él, se encontraba inmerso en todos aquellos pensamientos respecto a la última declaración de la chica, al tiempo que intentaba encontrar el punto de atención de su compañera. Fue inútil. No había algo que pudiera estar atrayendo tan magnéticamente su atención. Volteó a verla. Parecía tan indefensa, tan seria y a la vez tan distraída. Su camiseta lucía mejor en ella, y el humo de aquel cigarro le brindaba cierto aire a zozobra. Ella seguía perdida en la inmensidad de aquel panorama lúgubre. Dobló su rodilla alzando su pierna izquierda, y recargó el brazo que poseía al cancerígeno amigo. Exhaló el humo del cigarro y bajo su cabeza en el momento en que su vista se nublaba. Intentó ocultar las lágrimas derramadas con los rizos marrones que caían sobre sus hombros. Se sobresaltó cuando él hizo un intento por abrazarla, y con un gesto hacia el lado contrario del que el chico se encontraba, exigió el espacio vital que ella necesitaba. Recargó su cabeza entre su hombro y brazo derechos, tratando de secar las lágrimas con la camiseta color gris que le quedaba grande. El delineador quedó impreso en la misma, y la humedad dejó una mancha gris oscuro, que ella intentó cubrir con su cabello. Él posó su mano sobre la de ella. Fue entonces que la chica volteando su cabeza, miró frente a frente a quien en algún momento había considerado su pareja. ¿Dónde había quedado el amor de antaño? ¿Es que toda la magia de la febril ilusión se había disipado, de la misma manera que la lluvia cesaba poco a poco, de un momento a otro?

Se dio cuenta cuando vio a través sus pupilas. El iris color a hierba fresca que tanto disfrutaba observar, no proyectaba la luz de antes. Ya no se veía reflejado en el brillo de aquella centelleante mirada. Apretó su quijada en su afán de no reflejar el dolor que sentía, y tragó la mayor cantidad de saliva que pudo para aguantarse esas espantosas ganas de llorar que tenía. No parecía ser la misma de algunas estaciones atrás. El otoño no le iba bien, le brindaba una atmósfera espectral, que nunca antes había mostrado. Ya no era más esa princesa de cuentos encantados que disfrutaba de los picnics en los jardines de primavera saboreando la “mágica” luz del atardecer que traspasaba las hojas de los árboles hasta su mirada curiosa que jugaba a descubrirle figuras a las nubes. Ya no era aquella niña en cuerpo de mujer que gozaba de los helados de chocolate y las caricaturas animadas. No había resquicio alguno en el aire de todas esas canciones que tanto disfrutó escuchar por esa cálida, hermosa y tenue voz. En cambio, frente a él había un alma vieja encerrada en el cuerpo de la misma chica de la que se enamoró. Su mirada penetrante, su pose desenfadada, su adicción al cigarrillo, sus rizos castaños que caían sin algún cuidado por aquellos tersos hombros, su cuerpo menos voluminoso que ahora mostraba rastros de extremada delgadez y exponía algunos de sus huesos sobre aquella piel apiñonada manifestaban un cambio, del que parecía no haberse percatado en todo ese lapso de tiempo a su lado.

- ¿A qué juegas? ¿Qué es lo que quieres? – estalló lleno de rabia, exigiendo una respuesta a toda aquella impotencia y dolor que guardaba en su ser
- No lo sé. Es sólo que es septiembre y a veces todavía lo recuerdo – respondió la chica sin inmutarse al observarlo a los ojos

jueves, 4 de febrero de 2010

Palabras de más...

No digas más. No es necesario. Para mí es perfectamente claro lo que sucede. No hace falta que intentes explicar lo sucedido, que trates de justificar esas acciones que son influenciadas por tu sentir, por tu vivir. Quizás fue mi error intentar creer que eran alucinaciones mías, que no había algo más detrás de tu genuina personalidad. Tal vez estuvo mal formar castillos en el aire, y tener una ligera esperanza de que en algún momento, de que algún día podría ser. Lo más patético, es que pensé más allá, atravesé las fronteras y los límites imaginariamente tangibles, minimizando cada obstáculo que encontraba a mi paso, para lograr por fin, estar a tu lado.
Porque eso era lo que importaba. Todo se trataba de ti, de disfrutar tu compañía, de recordar aquellos momentos mágicos en tu ausencia, de saborear cada detalle que se presentase a tu lado, de ser feliz contigo. No había algo más poderoso sobre mi persona que tu simple presencia. Tus bellos ojos y esa sonrisa tímidamente hermosa y tierna bastaba para afrontar al mundo, por difícil que fuese. Lamentablemente, el coraje y valentía que nacían de falsas ilusiones no eran necesarios para luchar con el peor monstruo: el fantasma del ayer.
Así que no, no es necesario decir más. Sobran las palabras para entender que lo que no fue, simplemente no podrá ser.