sábado, 11 de julio de 2009

Enamórame

Háblame. Sé que lo deseas. No sé que es lo que tengas que decir, pues no he logrado interferir en aquellos vagos pensamientos que sueles tener. Así es. En ocasiones me gustaría no tener que preguntar, y que fuera tu iniciativa la que nos llevara a charlar sobre ESTO que prefieres ignorar. Pero no soy tu cabeza, o aquellos labios que guardan tantos secretos que no quieres compartir; no soy ese miedo vivo que no te deja sentir.

Miénteme, de cualquier modo ya lo has hecho. No me es posible intuir cuando dices la verdad, o cuando por alguna causa prefieres ocultar todo aquello que has pensado y seguirás haciendo por mucho tiempo más.

Mírame. No evadas mi mirada que es suficiente para entender todo esto que llevo dentro y no permite descansar a mi ser. Entiendo que la obviedad me resulta natural, y quizás sea por eso que apresuro la huída de esos ojos fijos, penetrantes y bellos, que me obligan a sentir.

Tócame. Basta con un roce de tus manos, un gesto de compañerismo vago. No te voy a mentir, lo que más desearía sería un abrazo que me erizara la piel, una muestra de afecto real que me permitiera creer que tu y yo podemos ser.

Bésame. Aunque sea en mis sueños, pero hazlo. Embriágame de tu dulce sabor, deléitame con tus suaves labios presentándome al amor. Permíteme probar el cielo con un sorbo de la más sublime unión. Hechízame por completo y susúrrame al oído una frase que provenga de tu corazón.

lunes, 6 de julio de 2009

En medio de la lectura

Austen era la responsable de que se encontrara en el dormitorio en vez de disfrutar aquella cálida tarde de verano. Imaginaba cada detalle de la autora. Recordó de pronto aquel rostro indiferente. Le pareció que de una forma mágica esos rasgos se dulcificaron hasta convertirlo en un semblante tierno. No es que no lo fuese, simplemente le repudiaba sólo el hecho de pensar en “cursilerías”. Pensó en aquella vida, y en los pasajes de la misma que seguramente desconocía, pero que le encantaría descubrir. Asimiló entonces, que era capaz de enumerar algunos detalles de la vida de aquel extraño joven. Le parecía extraordinario, admiraba elementos de su personalidad, contradecía otros más. Creía, en definitiva, que poseía un secreto, el cual esperaba conocer algún día. Recapituló la lectura, y una sonrisa apareció en aquellos labios, iluminando de pronto esa mirada. Extrañaba su presencia, era cierto, sin embargo, el tiempo era su aliado. Volvería a verlo pronto.