miércoles, 2 de diciembre de 2009

A donde fuese... diría que si

Al fin del mundo, a otros planetas, a la luna, a las estrellas… Podría seguirte a donde tú me lo pidieras. ¿Que si es tonto? He de decir… que ahora no me preocupa esa interrogante, siempre que me encuentre a tu lado. Así podría ir contigo a donde quisieras, a donde se te ocurriera. El lugar menos imaginado, la plazuela más recóndita, el café más oscuro, la casa más tétrica, el corazón de la sociedad más alejada, las ciudades más viejas, los teatros menos concurridos, las bibliotecas más antiguas, el pueblito más humilde, el restaurante con la gente más refinada, el concierto del peor cantante en la historia, la firma de libros del autor que más detesto, el mercado más peligroso de la zona, al centro histórico menos reconocido, a la calle que es especial para ti por aquello que sucedió en tu infancia, a tu primer hogar, a ese medio de transporte que tanto te divierte, al Everest o al Amazonas. Da igual. A todo diría que sí, no habría objeción alguna en mi respuesta, y aunque mi mirada sea temerosa o contradictoria, la palabra que expresara en el momento de aceptar, sería lo que sellase el trato. Y es que puedo estar en algún lugar que aborrezca, tema o desconozca completamente, pero en tu compañía el entorno es lo que menos importa. Y cuando esos tus labios, dijesen “ven conmigo”, bastaría mi mirada perdida en los que se dicen tus ojos, para darte cuenta que a donde sea voy contigo. No hace falta que preguntes, indagues o te cerciores si la proposición me agrada, porque de antemano sabes que lo haría encantada. A la guerra, a la paz, a lugares donde humanidad es algo desconocido, gracias a toda esa serie de crímenes fatídicos e irracionales. A un nuevo mundo, al inframundo. A donde sea que tengas la ocurrencia de indicar. ¿Un bar de mala muerte? ¿Una iglesia bañada en oro? ¿Un santuario en la montaña? ¿Un bosque en las lejanas tierras de nadie? ¿Una isla desierta? ¿Un jardín abandonado? ¿La casa de tu desesperante prima? ¿El suelo donde mejor admiras el atardecer? ¿Los columpios de aquel parque que tanto disfrutaste en tu ayer? ¿La azotea donde tanto disfrutas las noches estrelladas? ¿La sala de estar que guarda el secreto esas lágrimas por filmes románticos y cursis que niegas ver? A todo eso yo digo ¿cuándo? que estoy libre hasta el amanecer…

Y después de todo ello, hay un lugar al que me encantaría ser invitada… tu corazón.

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