miércoles, 16 de diciembre de 2009

Antes de dormir...

Cae la noche y con ella mis ganas de soñar. Te siento aquí a mi lado, recorriendo mis ojos, mis mejillas, mi boca. Tus dedos juguetean con mi cabello, y me abrazas fuertemente sin querer dejarme de ir. Estás aquí conmigo, siento tu aliento en mi nuca y un escalofrío me invade. Acomodas tu cara en el espacio que hay entre la mía y mi cuello y dices todo aquello que conservaste sólo para ti. Te veo, me ves… y esa sonrisa que me detiene el mundo aparece sutilmente. Te acercas… Me besas. Solos, en la oscuridad de mi habitación, me llevas a otro mundo, a un lugar que no imaginé ni en sueños. Acepto tu invitación, y permito me transportes al sublime espacio del amor. Nuestra cómplice y única testigo de lo sucedido, es aquella vieja amiga, que acompaña mis noches en tu ausencia, y que me hace sentirte más cerca a pesar de los kilómetros desde donde te encuentras. Sé que es un goce para los dos su compañía, y conservo la esperanza de que en esos momentos en los que no estás, al menos la observas, pensando en lo que estaré haciendo. Yo llevo la misma tarea cada noche, antes de dormir, preguntándole cómo es que te encuentras, cómo es que te observa ese día y pidiéndole sea mi mensajera al brindarte las buenas noches y un bonito sueño en el que esté presente. Es después de realizar esto, que mando un beso al aire, esperando al ir a la cama, que pueda llegar a su destinatario atravesando todos los obstáculos que existen, y que al dormir, recibas al menos en forma de una cálida brisa, el regalo que espero brindarte a tu vuelta.

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