domingo, 4 de enero de 2009

Sin palabras...

Callado... sutil... discreto de una forma inexplicable. Es el secreto compartido por dos desconocidos que se encontraron en un camino en común. No hubo intereses propios en la búsqueda del objetivo, podría decirse que fue casi meramente casualidad. Pensando contrariamente a la razón, las miradas se cruzan, las sonrisas se encubren, y un tono de normalidad finge el panorama. Nadie lo sospecharía; es un buen comienzo. No habría delatores, ni espías, cómplices o afectados. Quizás... quizás existiese un afectado... o quizás, es sólo el cuento que hay que decir para la elemental falsa verdad.

Lo haya o no; el hecho es que la atracción es innegable, la química constable y la afinidad inigualable. Quizás lejos, pero más cerca que antes, aquellas miradas entre risas y brindis, les permiten expresar mucho más. Ella se levanta, sale por un momento del salón... se dirige al jardín. Minutos después, el joven alto y de piel apiñonada se acerca, en compañía de algunos colegas. Ella observa una niña colocando una muñeca en su regazo, y su mirada se pierde en el infinito...

Instantes después, se encuentran platicando en medio de la algarabía infantil. De pronto, y al parecer sin intención alguna, el chico roza la mano de ella, y permanece inmóvil esperando reacción. Ella no se mueve, pero sigue con la plática. Es entonces, que su osadía hace gala de aparición, y trata de enlazar uno de sus dedos con los de aquella delicada mano. Ella continúa charlando permitiendo tal atrevimiento. De esta forma, es que sentados en aquellos columpios de infantes, meciéndose bajo la sombra del viejo árbol, su dedos se entrelazan permitiéndole un nuevo inquilino al corazón.

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