jueves, 28 de mayo de 2009

Estabas ahí...

Quería verte. Después de tanto tiempo era lo justo. No me interesaba saber si era contra las reglas o iba en contra de mis promesas, lo único que quería era saciar mi necesidad de sentirte presente. Fue entonces que me recliné en el sillón. Descansé un poco mis ojos que estaban comenzando a secarse por efecto de los lentes. Mi necesidad de verte…

- ¿Qué soy entonces en tu vida? – escuché – ¿Sólo una necesidad que satisfacer?

Abrí los ojos. Ante mí, se encontraba una silueta esbelta y con porte de caballero. La escena a contraluz parecía más de película que de vida real. Mi mano cubrió mi rostro con el objetivo de apreciar mejor al personaje desafiante. Estabas ahí, frete a mí, reclamando ser sólo una necesidad.

- No, no es sólo ser o no una necesidad que satisfacer, y lo sabes. Es sólo, que hoy es uno de esos días donde la ausencia se presenta con más fuerza y entonces… Te recuerdo

Te acercas a mi librero con actitud altanera. Aquellos dedos danzan de un lado a otro y se detienen en la copia de aquel libro que me encargué de obsequiarte en cierta ocasión. Lo abriste, sin embargo este no poseía dedicatoria alguna. Tu mirada se posó nuevamente en mi.

- Intento seguir a cabo un proceso, en el cual elementos de mi vida se eliminan, algo como memoria selectiva pero guiada
- ¿Intentas desaparecerme entonces? – argumentaste enojado
- No, porque sé que no será posible, pero quizás, si logre hacer que todos esos recuerdos en los que estás presente, se modifiquen de tal forma en la que tú no seas el protagonista de los mismos, sino sólo un extra en la historia
- ¿Cómo logras eso?
- Terapia, obviamente, en la que, lo primero que he hecho es tener objetos que me gustan, como ese libro, por ejemplo, sin la dedicatoria, que entonces desplaza la situación de ser TU recuerdo, a un recuerdo en el que quizás pudieras aparecer…
- Hace falta mucho más que copias de libros sin dedicatorias y recuerdos borrados para olvidar todo lo que…
- Lo que no fue – finalice tajantemente

El libro se encontraba en su lugar. El viento entraba por la ventana y la tarde comenzaba a caer. No había rastro alguno de ti, sin embargo, aquel aroma tan característico de tu persona se percibía en la habitación. Por un momento anhelé haberte tocado, haberte sentido y así saber que aquello que había ocurrido no se trataba sólo de un sueño más.


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