martes, 25 de noviembre de 2008

La casa nueva

Esa casa nueva trajo cambios a mi vida. Nunca comprendí el porqué, pero dio a ésta un giro completo. Mi vida, la cual percibo como un alma vieja, que gracias a sus experiencias posee una ideología propia y que la ha marcado, ha mostrado que contemplo mi realidad de alguna forma predestinada. Sé que quizás tengo el poder de tomar decisiones y seguir ciertas rutas o caminos, y aún así creo en la magia del destino.

Es imposible poder describir el momento fortuito en que aquella persona llegó a mi vida. Tal vez ni siquiera lo imaginaba, pero de alguna forma comenzó a ser parte fundamental en mí. ¿Cómo pasó? quién podría saberlo... Sólo puedo asegurar que se encargó de que mi viaje por este mundo fuese más llevadero.

Aquél día, mientras conversábamos, su voz parecía diferente. Nunca supe el porqué, sin embargo, creo que fue el comienzo de una relación madura, capaz de comprender cómos y porqués, dispuesta a escuchar los momentos más difíciles y con la intención de brindar eso que muchos llaman amistad. La conversación tomó un tono más sincero, verosímil, con eventos de la vida que nos hacen crecer, con sentimientos profundos que volvieron a vivirse a cada palabra del otro. De pronto, un nudo en la garganta, por tu libro abierto, por el mío... por el nuestro que estaba guardando uno de los momentos más eminentes de mi vida. Atónita, estupefacta, seguía sin tener la capacidad de comprender lo que estaba ocurriendo, lo que estaba marcando el rumbo de nuestros pensamientos, sentimientos y emociones, que dieron lugar a ese espacio que permitió compartir los más increíbles secretos, deseos y miedos. De pronto ya no era yo la que hablaba, sino esa alma vieja que deseaba compartirte todo aquello que había tenido guardado durante un largo tiempo, del mismo modo que tu alma permitíame conocer lo que ella tenía en su interior. Un escalofrío reocrrió mi cuerpo, un sentimiento de afinidad absorbió mi alma, y logré liberar todo aquello que jamás creí tener la capacidad de aceptar.


Fue como si todo lo que creí saber se esfumara de repente. No pensé encontrar en mi recorrido un personaje tan inigualablemente tierno, bondadoso y sincero. La idea de la vida en mi mente, de alguna forma idealizada, pero con cierto sentimiento de desconfianza, llegó a deshechar éste último para adquirir el opuesto. La sensación en mi pecho corroboraba que todo había sido real y el sueño de una vida plena y feliz existía. Es así, que este ser tan particularmente único y afín me demostró que esta vida está repleta de sorpresas, pero que unas pocas pueden ser buenas.

Y fue entonces que esa casa nueva, adquirió elementos que le dieron a mi vida ese color tan peculiar que caracteriza mi personalidad. No lo supe, sino hasta que me encontré ahí, que mil historias por contar estaban por ocurrir. Esa casa fue la que me dio la oportunidad de conocer que la vida es diferente, inesperada, pero dichosa. Ella le dio un nuevo sentido a mi vida, una ilusión por la cual vivir. Fue el vínculo en donde las bifurcaciones de las rutas de estas almas se toparon. Se convirtió en aquel plácido lugar que me brindaba la confianza de mostarme tal como soy, sin máscaras, sin tabúes o clichés, dando lugar a un espacio secreto donde compartía mis más grandes anhelos e ilusiones, así como aquellos temores más profundos. Pasó a convertirse en mi lugar favorito, en el cual me sentía libre, sin ataduras; de algún modo permitía que mi ser mostrara su verdadera esencia. Jamás olvidaré esa estancia, que me brindó momentos inigualables y que le diero sabor a mi vida. Estoy segura que ella jamás olvidara mis relatos, berrinches y aventuras que viví a su lado. Quizás, no fue la casa que me vio nacer o vivir mi infancia, pero si fue la que hizo encontrarme como persona y ello hará que la guarde en mi corazón eternamente.

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